lunes, 10 de octubre de 2011

Bleeding for you - Capítulo 1: Una vida que no es la mía

¿Alguna vez os habéis sentido como si vuestra vida no fuera vuestra? Una sensación extraña como si estuvierais fuera de vuestro cuerpo, viéndoos actuar día tras día pero sin llegar a comprender por qué hacéis las cosas que hacéis, por qué decís lo que decís. Para mi es una sensación tan habitual que ha llegado a aburrirme su presencia; siempre ahí, incordiando. Mientras los niños de mi colegio jugaban en el patio, yo intentaba reconciliar mi mente con mi cuerpo sin mucho éxito. Llegó un punto en que dejó de importarme esto, me acostumbré a ello como si a otros les pasara lo mismo. Pero sé que no les pasaba, o si no, no hubieran dicho que estaba loco cuando lo planteaba, así que dejé de hacerlo e incluso lo olvidé.

Exceptuando ese oportunamente olvidado detalle, mi vida ha sido de lo más común en un joven londinense. Viví en el típico barrio de las afueras en el que nada te puede pasar siempre que conozcas a las personas adecuadas. Mi familia se reducía a mi abuela y a mí, ya que mis padres murieron en un accidente de tráfico cuando era un niño. Podemos saltarnos el momento trágico donde la vida de un tierno infante se ve truncada por la fatalidad de la cruda realidad ¿no? Gracias por vuestra consideración.

Tenía amigos en el colegio (o algo así) y luego cambiaron en el instituto. Cosas de la vida que le pasan a todo el mundo. Tonteé con todas las chicas que me dejaron acercarme lo suficiente con mi cara llena de acné y mis deseos de dejar atrás el mito de la virginidad adolescente. Digamos que salí indemne de todo ello y de alguna manera que jamás pude comprender, acabé en la universidad estudiando arquitectura. Fue el último deseo de mi abuela antes de morir, otro melodramático detalle que me tomé la licencia de pasar por alto comentar.

En el London College conocí a mi actual pandilla de amigos. Os los presentaré porque actualmente son la parte más importante de mi vida, si es que se puede llamar así. Primero está Larami, la chica perfecta: perfecta en los estudios, perfecta en las relaciones sociales, perfecta en su físico, perfecta en todo lo que se propone, perfecta, perfecta y perfecta. Si no tuviera tan buen corazón, sería insoportable. Después está Brandon, alto y delgaducho, gracioso hasta la hilaridad (en su modesta opinión) pero fiel como un perro… bien mirado, esta descripción no le deja en muy buen lugar. Por último está Dan, musculoso como un armario, deportista nato (en especial el fútbol, pero no le hace ascos a nada), incisivo en sus comentarios aunque serio como un poste telefónico. Luego estoy yo, el chico que es incapaz de reconocer su vida como propia.

Lo más extraño de todo es que justo en el momento en que empecé a morir (ya sabéis, volviendo al presente), es cuando realmente empecé a sentirme vivo de verdad. Una mezcla entre alivio y excitación recorrió mi cuerpo como si éste me hablara: esta es tu verdadera vida Patrick. Absurdo, porque entonces mi vida sería la muerte, incongruente por definición. Tal vez si repaso lo que sucedió en los últimos días, podáis entender como acabé desangrándome en un callejón cerca del Támesis y de dónde viene tanta rallada mental. O tal vez acabéis tan confusos como yo, decidáis ir a dar un paseo y éste sea el último.

Sí, yo soy el sarcástico del grupo.