viernes, 30 de mayo de 2008

La memoria secuestrada

Era una soleada mañana cualquiera de la primavera. Los rayos del sol traspasaban la ventana de aquella antigua casa de madera y se filtraban a través de un fino visillo de hilo blanco que se veía mecido por la brisa. La tranquilidad era casi absoluta, solamente interrumpida por el lejano gorjeo de una pareja de pajarillos y el incesante tic-tac del inmenso reloj de pared.

La mecedora sobre la que me balanceaba sinuosamente parecía inducirme un profundo sueño, tal vez debido a que había pasado toda la noche despierto sobre ella sin conseguir conciliarlo. A mi edad había cosas que ya no resultaban sencillas y una de ellas era poder dormir, algo que era casi tan complejo como desplazarme hasta mi cama. A mis músculos y mis huesos, cansados tras tantas fatigas y latigazos de la vida, les costaba demasiado ponerse a funcionar, y mi cerebro, agotado también, tampoco estaba dispuesto a insistir en la orden.

Es por ello, que no por primera vez, pasé la noche meciéndome y mirando al vacío y la oscuridad, pero no el de las horas nocturnas, sino el propio que anida en mi interior. Hace mucho que dedico el tiempo a recordar los pasajes del pasado y, aunque no sea muy consciente de ello, sé que poco a poco voy perdiendo fragmentos del hilo de mi memoria. Las lagunas de mi vida empiezan a ahogarme y no sé que pasara cuando no me quede ya oxígeno para respirar.

El miedo a que los eslabones que conforman mi vida vayan desapareciendo sin remedio en el caos, hace que emplee esas noches, como la pasada, a revivir mi vida desde mi primer recuerdo. Sin embargo, a pesar de mis intentos, misteriosamente cada una de estas noches se me hace más larga, o tal vez en cada una de ellas, mi vida resulta más corta. Parece inexorable que me extravíe en el laberinto de mis memorias y, aunque haya aceptado que esta situación es irrevocable, en ocasiones las lágrimas acuden para intentar paliar el dolor de perderme a mi mismo.

Sé que en algún lugar de mi mente se haya mi memoria, secuestrada, atrapada entre las cadenas de la edad. Me gustaría poder hallar el modo de encontrarla, de salvarla de su destino cruel, pues salvarla a ella supondría mi propia salvación. Y aunque sepa que mis esperanzas son fútiles, me pregunto quién seré cuando ya no sepa quién soy.

Dedicado a los recuerdos, que tanto necesitamos para vivir.

3 comentarios:

Zalanthza dijo...

ohhh Cary¡¡¡ Me ha encantado¡
Melancolico pero directo, de cabeza a las noches vacias y en blanco ( o en negro) Duele de lo cerca que esta de dar en la diana. Bss

Anónimo dijo...

Muy bueno ciertamente. La edad no perdona, y los recuerdos olvidados son algo doloroso para todos, incluso para los que no recuerdan que fue lo que olvidaron. Ciertamente es una situacion inevitable a la cual no me gustaria llegar, pero bueno, que se le va a hacer, espero que sigas escribiendo, por que cuanto mas escribas, mas leere jejejeje.

Maet

Rubén dijo...

¡Simplemente sublime!

Si la psicología no funciona, tienes una puerta abierta en el mundo de la literatura. Me gusta como escribes, complejo pero fascinante. Se nota que eres un tío culto y leído. ¡Sigue así! aunque... esto raya el instrusismo profesional eh! más escritores no! jejeje

Me encanta que hayas elegido "La memoria secuestrada" para escribir un microrrelato con ella, al igual que me encanta que mi inspiración haya sido tu inspiración ;)

El día de mañana, tú y yo seremos dos competidores natos en la venta de libros. Follet y Zafón! jejeje

Que tengas mucha suerte en los exámenes y te salga todo muy bien.

¡¡Ánimo y... al toro!!

¡Nos leemos!